Tenías que marcharte ahora.
Después del dolor que me había producido tal discusión,tenías que marcharte.
Tenía que ser,que mi último recuerdo fueras tú dándome la espalda.
Tenía que ser así.
Que por mucho que corriera,no sería capaz de alcanzarte,
y mis manos se desangraran de la rabia de romperlo todo.
Romper tus fotos,los regalos,los cuadros.
Cualquier detalle que diera aún vida a nuestra vida juntos.
Todo lo tiré por la ventana.
Como los dos hicimos con esto,poco a poco.
Quizás sin saberlo y sin cuidarlo.
Quizás sin remilgos,o porque tenía que ser así.
Lo hicimos.
Quise ver tus ojos por última vez,pero no pude.
A buen recaudo quedó la nada de después,
y el silencio fue el adiós más contundente.
Tenías que marcharte en ese mismo momento.
En el peor de todos,cuando todo se desmoronaba a nuestro alrededor.
Simplemente te fuiste,y me dejaste así,con este dolor conmigo.
Te odié mucho,demasiado;
te odié sin querer,
sin sentir, sin saber.
Te odié de mil maneras hasta que la nada tuvo cabida por entero en mi ser.
Y en mi alma residieron trozos de recuerdos insalvables.
Busqué,después de ti,razones,personas,momentos,segundos;
que hicieran avivar una simple chispa,o una llama real en mi rostro.
Cuando dejé de buscar lo encontré.
Entonces,volví a ese lugar que fue y dejó de ser;
a barrer tus cenizas.
Pues el tiempo me enseñó que no habría fuego otra vez.
También me enseñó que el recuerdo de tu espalda era mi enseñanza;
pues lo debía dejar atrás.
Porque cuando te fuiste por aquella puerta,sabía que no ibas a volver jamás,
y que entraría alguien nuevo otra vez.
Tenía que ser así.
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