Acostumbrada a correr,
a coger impulso
a sobrevolar montañas inmensas,
rascacielos
a ver mundo a través de pensamientos,
pues no necesito miradas.
Aquí has venido tú,
a enseñarme un camino
para que lo camine paso a paso
para que recorra tanta tierra descubierta
para que mire más al suelo,
cuando yo siempre he sentido el vértigo
para que el cielo me quede lejos
y no lo alcance con los brazos.
Quieres enseñarme a escalar
subir conmigo peldaño a peldaño
y disfrutar de lo que nos ofrece
lo que observamos
mientras atravesamos de la mano
ese mismo acantilado
donde yo corría sin descanso
para saltar sin miedo y volar.
Tú me has enseñado
que mis alas pueden fallar
que los acantilados
son a veces precipicios
y que prefieres cogerme la mano
a dejarme caer ante la inmensidad.
Tú me has enseñado
que un poco de cordura me revela
que puedo disfrutar del sendero
y que no se llega antes
por ir a más velocidad
sino cuando tienes unos pies firmes
y ese alguien al lado que es tu libertad
tu sueño en carne y hueso
tu meta, tu final.
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