Siempre estamos acostumbrados a no saber qué pasará, a preocuparnos demasiado por el hoy, por lo que ha pasado y por lo que aún está por llegar. Nunca entendemos que lo que tenemos es el hoy, el mismo hoy que mañana no volveremos a tener. No entendemos que las palabras no significan nada si los hechos no son consecuentes con ellas. No sabemos discernir a veces entre lo que es correcto para nosotros o para el resto. Siempre pensamos que para ser felices hay que pagar un precio, que no es suficiente con serlo y ya está, porque nada en esta vida es gratis. Solamente esperamos a que pase todo, a aquel momento en el que la felicidad se vaya, porque tenemos la certeza de que así será, y mientras desaprovechamos todo lo que estamos viviendo. Tienes momentos que nunca vas a recuperar, vívelos. Tienes cosas que sentir, siéntelas. Porque pensar demasiado nos jode las ganas de vivir, cuando al final todo se reduce a la simpleza de hacer las cosas como uno quiera. Que sí, que consecuencias siempre hay, con todo lo que decidas. Pero maldita sea, quien es capaz de vivir con una soga al cuello día tras día solamente retrasa la agonía de lo que realmente le llegará. Vuela joder, vuela y ya está, porque cuando mueras lo único que te importará es que hayas vivido lo suficiente y de la forma que tú has querido hacerlo. Que quien te quiera volará contigo, y si no que miren cómo vuelas tú.
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