El dolor
La angustia
El vacío
La nada
El sufrir
Ser doliente más que doler al otro.
La herida abierta que no supura.
Fue un fallo de conexión, dos cables que hicieron chispa
sin encender la habitación.
No supe ser escudo para los golpes,
ser la piedra que mantiene al muro.
No supe ser los brazos que gobiernan tu mundo.
No supe adivinarte al porvenir,
ni estancarme entre tus dedos de miel.
No supe encerrarme en tus ojos de por vida.
Créeme que no pude.
Ahora me quedan los mares que salen del cuerpo;
las noches perdida entre la almohada y el espejo,
cortando con mi puño los cristales.
No importa la sangre.
No importa el desvelo.
No importan las noches de vida
cuando se aproxima la muerte.
No importa el orden o el desorden,
ni que el cerebro mande o la luz perdure.
En realidad no importa.
Me gustaría cerrar los ojos, mucho más que antes.
Saber que en la oscuridad que gobierna yo puedo refugiarme.
Es un instinto de supervivencia,
un intento de salvarme.
Con mi luz no me salvo, la he perdido en el invierno
y sólo quedan huellas de ella en los ventanales.
Mis pulmones arden, se comen a pares
el oxígeno que se quema en el aire.
Es una combustión, un fenómeno en transición,
la vida cortada en dos partes:
El antes y después de tu amor.
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