Una vez el dicho sea el hecho
y el hecho más sentimiento
de lo esperado.
Será como el amanecer
en un día de verano.
El frío de la noche se duerme.
El rocío inunda la tierra
igual que cuando llueve.
Será uno de aquellos días
que comienzan grises
pero terminan despejados.
Será un diagnóstico crónico
que un buen día se hace
dolencia transitoria.
Será un ocaso que derrite
a los corazones en la nieve.
Será un espacio entre dos calles.
Un paso de cebra iluminado.
Un horizonte cargado de extrañeza.
Una escala de colores nunca inventada antes
que se escondía justo detrás de un arcoiris.
Aquel que se esfumó antes de inmortalizarlo,
de cogerlo entre las manos
y guardarlo para siempre.
Un recuerdo de un momento
que me separara de la muerte:
Inmortalizando
Equiparando
los derroches de los valles.
Las canciones escuchadas antes del ayer.
Porque justo antes se dijo
que esto no habría pasado.
Justo antes del todo,
antes del viento,
antes del tiempo.
Justo antes yo supe
que podía ser eterno
estas ganas de ver
el mundo entero.
Rodearme de paisajes,
escalarme los vientos,
rozarme con el polvo
del desierto,
quemarme con soles
en diferentes horarios.
Guardarme la arena
de playas que no me llevo.
Justo antes quise llevar de la mano
el aire que no había conocido antes.
No había sucedido.
Alguien a quien querría
más cerca que mi sombra,
y que por supuesto la opacara
Alguien que conociera
el contacto de mis yemas
de memoria
o cuántas veces mi mano
se mueve por minuto.
Alguien que diferenciara
mis mil formas de apartar
la mirada.
El por qué doy la espalda a veces
o cierro los ojos.
La misma persona que aplaudiría
mi locura y sensibilidad.
Que la primera se la tomara
con una sonrisa muy abierta,
y la segunda como algo
que poder disfrutar.
Alguien que supiera de memoria
los detalles menos claros,
y viera a través de mis ojos
los finales de las frases.
Algo más que completarme,
algo más que tener los mismos gustos,
aspiraciones, o ganas de vivir.
Quizás la misma manera de ver el mundo.
Quizás la misma manera de sentir lo que nos pasa
es lo que diferencia a quien comparte semblante,
te hace desplantes, pero se queda a vivir.
Quiere morir aquí,
no es una estancia de paso,
no es Cancún,
ni vivir un tiempo acalorado
en mis playas;
bucear atravesando corales,
inspirarme la existencia,
para después expirarla
al regresar a sus casas.
Es quien te llama hogar,
recorriendo hasta mil mares
mucho más bonitos que los tuyos.
Y no se marche aunque no le guardes
el postre después de cenar.
Que siempre vuelva y te regale
el recuerdo de mil ciudades
y las ganas de llevarte a ese lugar.
Las ganas de cogerte el cuerpo y llevarte,
nunca desprenderse de ti.
Aprovechando ese segundo, ese tacto
como el momento más bonito del día,
para apartar la mirada después
por la electricidad
de un calambre directo al corazón.
Sentir como tú las heridas,
y más que tú el daño recibido.
Querer siempre más,
pensar que el tiempo
nunca es suficiente.
Esperar por ti hasta la muerte
viviendo de lleno.
Tener la conciencia de no haber vivido antes,
no al menos plenamente.
Creer en el destino como nunca antes;
que por cientos de caminos que tomes
no te lleven a ninguna parte
que no sea el mismo punto
del que habías partido.
El mismo camino que no tiene retorno.
El mismo del que te quisiste escapar
y ahora es tu salvación.